Tomas G. Larraya
Sucesor de E. Meseguer. Editor 1956
No tardo en adquirir en
la capital del califato hispano, gran desarrollo esta forma de trabajar y
decorar el cuero, su perfeccionamiento, técnica y arte, así como el carácter
autónomo de los motivos decorativos, las composiciones, coloraciones y las
pátinas áureas y argenteas, que en tiempos del califa Abderramán III, era tan
grande la maestría de los guadamacileros cordobeses, que sus obras eran
ensalzadas por los escritores, y los cronistas las destacaban y detallaban y se
complacían en hacerlo constar, repitiéndolo durante varios lustros hasta los
más renombrados historiadores de la raza, como puede leerse en el <<
Aroma del ramo fresco del Andalus >> de Abul Abbas El Makkari, que al
describir la entrada triunfal del citado califa de Córdoba de regreso de una de
sus expediciones guerreras victoriosas, señala: << Llamaba la atención de
su pueblo el rico arnés de cuero labrado y dorado con que llevaba enjaezada la
blanca yegua del desierto que montaba >>.
Tan famosos llegaron a
ser los guadamaciles producidos en Córdoba que tanto en España como en el resto
de Europa, se llamó desde entonces cordobanes a los cueros de tal forma
trabajados.
También en otras ciudades
se hicieron guadamaciles o cordobanes de excelente calidad en Sevilla, Valencia,
Toledo, Barcelona, Ciudad Real, Ciudad Rodrigo, Valladolid y otras ciudades y
villas de menor importancia.